Te explicamos los pasos a seguir para que tu mascota acoja de la mejor manera posible a su nuevo compañero.

Para los perros, el acto de socialización es a veces algo inexistente, ya que dejan a su madre para convivir en un ambiente humano en el que tienen poco contacto con sus congéneres. Tras esto, sus vidas se desarrollas en un medio artificial adaptado a las personas, en un espacio muy limitado.

La clave del éxito reside en ti

Un comportamiento bastante recurrente en las personas es el antropomorfismo atribuido a sus relaciones con los perros, y que crea un problema de comportamiento como el hiperafecto (el cual puede generar una agresión hacia otros perros que se acerquen a ti) y la ansiedad por separación. Incluso si, en teoría, un macho adulto jamás atacará a un cachorro de menos de 6 meses o a una hembra, y siempre dirigirán sus intentos de superioridad hacia sus congéneres del mismo sexo.

Para un perro adulto, la llegada de otro perro le genera un conflicto interno y una angustia vinculada al miedo de perder su rango jerárquico. Y si está muy mimado, temerá perder sus prerrogativas (contacto con sus dueños, sitios para dormir y para comer, etc.), y esto lo expresará de diferentes maneras: ladrando, mostrando sus dientes, agrediendo, teniendo una crisis de bulimia, cavando agujeros en el jardín... Por ello, hay que intentar que la llegada del más peque de la casa sea aceptada y que el mayor no piense que se le va a dejar de lado: déjale que huela una tela impregnada con el olor del cachorro una semana antes de que llegue, asociándolo con algo agradable, como un juguete o una golosina. Deja este trozo de tela en su cesta.

Dos o tres días antes de la llegada del cachorro, se le debe ignorar un poco: nada de caricias, juegos o golosinas. Esta manera de dejarlo de lado momentáneamente le preocupará.

A la llegada del nuevo cachorro…

Cuando llegue el cachorro, hay que dejar que se conozcan y en ese momento, acariciar al más mayor y ofrecerle algo agradable. Se sentirá aliviado al ver que los gestos agradables de su dueño han vuelto y tendrá menos tendencia a ahuyentar al nuevo huésped.

Espacios separados para cada perro

Se asignará un espacio diferente para los comederos y las cestas para dormir, vigilando que el peque no pueda acceder al espacio del más mayor. Los paseos deben hacerse en un lugar sin peligros, donde los dos perros puedan andar en libertad. Al poco tiempo, el más pequeño empezará a seguir a su nuevo hermanito y a su dueño.

De manera general, el adulto (o el primero en haber llegado a la casa) debe ser recompensado, acariciado, y alimentado en primer lugar. Algo que a muchas personas les cuesta entender, ya que como es normal, suelen caerse rendidas más fácilmente ante el más pequeñín.

En función de la aceptación del más veterano, se podrán aproximar los espacios de comida y de descanso, siempre de manera progresiva. Cuando el más joven esté en la etapa de la pubertad, se mantendrán estas reglas de convivencia y se observará cómo los dos amigos reaccionan. Puede que haya peleas, pero si no van muy lejos, es mejor no intervenir. También hay posibilidades de que el más veterano haga un gesto de dominación. En ese caso, se respetará, pero será el recién llegado el que reciba la atención en primer lugar.

Y tú, ¿has adoptado un cachorro cuando ya tenías un perro adulto un casa? ¡Cuéntanos tu experiencia!

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